El Granada CF logra la permanencia al golear
a un Sevilla que aprieta a los rojiblancos pero que sucumbe ante la
efectividad visitante.
La Torre del Oro, el Guadalquivir, Triana entera, la
Giralda y hasta el Giraldillo. Sevilla entera era ayer del Granada. No
sólo por los casi cinco mil seguidores rojiblancos que acudieron al
Pizjuán, una cuarta parte de la asistencia registrada en el partido. Los
sevillanos, con especial relevancia los sevillistas, deseaban que los
de la capital de la Alhambra se quedaran en Primera División, y lo que
empezó siendo una jornada lúgubre, lluviosa, ventosa, típica de una
historia para no dormir, acabó con el sol saliendo por río abandonando
Híspalis camino del océano Atlántico. El Granada se salvó ayer del
descenso a Segunda División casi por aclamación, de una forma inusitada,
metiéndole nada menos que cuatro goles al Sevilla y en su propio
estadio, y recogiendo el guante del resto de equipos. Si en las últimas
jornadas los rivales no habían perdonado, ayer se dieron los tres
marcadores que permiten a los rojiblancos, por segunda vez en su actual
periplo en Primera, gozar sólo del fútbol en la última jornada de Liga
sin ningún tipo de aprieto. Ganó el Granada, perdió el Rayo y hasta
empataron en la agonía el Getafe y los guajes.
El 1-4 final del partido suena a chanza, a mofa, a apaño o a arreglo. Nada más lejos de la realidad. El Sevilla, a pesar de jugar con pocos habituales y haber contado con cuatro jugadores del filial durante el partido, apretó de lo lindo. Quizás sea el único pero del Granada: dejó que los de Unai Emery pudieran hacer daño cuando hubieran querido. También con los nervios engarrotando los músculos granadinistas, los sevillanos hicieron que los de José González fueran muy poco en ataque. La gran diferencia, al igual que en San Sebastián hace un año, fue que esta vez entró la dichosa pelotita, que podía haberlo hecho mucho antes para no haber llegado tan acongojados a esta jornada. Entró en el segundo disparo a puerta del Granada en todo el partido y después de que Juan Muñoz, uno de los jóvenes a los que Emery dio la oportunidad ayer, fallara dos ocasiones claras, y Diogo otra.
El Sevilla fue más que el Granada en la primera parte. Los rojiblancos no tuvieron el balón y lo pasaron mal. Las ocasiones reseñadas en el párrafo anterior son de las que Gameiro, si hubiera jugado, no hubiera errado. Diogo, en el 3', y con Andrés Fernández desubicado, la tiró a donde estaba el arquero murciano. Las de Juan Muñoz eran de corazón cerrado en un puño. En el 14' se quedó sólo ante Andrés pero cruzó demasiado su tiro y seis minutos más tarde vio cómo Ricardo Costa, casi sobre la línea de gol y con el portero batido, le sacaba el tanto.
Fueron veinte minutos en los que no estaba saliendo nada bien. Todos los jugadores del Sevilla se encargaban de evitar que Rochina recibiera fácil y lanzara el Granada a la contra, mientras que estos se veían incapaces de acercarse con algo de chicha a la meta de Beto, que ayer se despedía del Pizjuán. Alguna carrera de Peñaranda, las pocas veces que los blancos dejaban margen, daban ánimo a una afición que sabía el Rayo estaba perdiendo. El venezolano tuvo la primera en el 8' en un zapatazo repelido por el luso. Fue el único disparo a meta del Granada hasta el 0-1. En el mismo fue fundamental Doucouré, que hasta ese momento parecía estar superado por la situación. La primera vez que se fue arriba con la pelota controlada llegó el gol. Condujo hasta tres cuartos de campo para dársela a El Arabi, que de forma magistral vio la entrada en perpendicular de Cuenca y se la puso bombeada para que el catalán sólo tuviera que cambiársela de lado a Beto. Justo antes del descanso. A pedir de boca.
La segunda parte amenazó con hacerse eterna. El partido parecía controlado para el Granada menos cuando el balón le llegaba a Konoplyánka o a alguno de los chavales sevillistas. Los rojiblancos no tenían la pelota y los locales cada vez encontraban más fácil los intervalos en el sistema de José González. En esto que llegó el gol del Sporting en Getafe y el 2-1 del Rayo en Donosti. El miedo se palpaba y entró en ebullición cuando Diego, un ex jugador de las categorías inferiores del Granada, desvió en el área chica un disparo de Escudero desde la frontal en jugada ensayada. Era el empate y lo que muchos empezaban a intuir como una debacle, visto lo que se estaba viendo (1-1). Encima, en el 72', con poco tiempo por delante.
Pero como esta vez el balón estaba por entrarle al Granada, casi de una forma similar como contra Las Palmas la semana pasada, los rojiblancos tardaron nueve minutos en volver a ponerse por delante e iniciar la bacanal goleadora con la que acabó el partido. Pocos jugadores se merecen más ese 1-2 que Babin. La gloria de Primera es también para este jornalero del fútbol que marcó de cabeza y de forma impecable a centro de Rochina en una segunda jugada. Coincidencia o brujería, el Getafe empató en ese instante. Júbilo en Granada.
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