IDEAL.ES
LA MUJER SALARIAL NO SERÁ FACIL DE SOTEAR.
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Sandra Corcuera, campeona mundial de retrorunning, busca revalidar su título en Essen. Tuvo que vender sus recuerdos para seguir corriendo hacia atrás y el año pasado posó desnuda en ‘Interviú’ para denunciar las escasas ayudas que recibe este deporte
En una habitación de la casa de Sandra Corcuera en Olesa de
Montserrat, a 30 kilómetros de Barcelona, hay colgado un enorme mapa de
Cataluña repleto de chinchetas. Cada pincho señala el lugar donde ha
disputado una carrera. Más de 500 pruebas y más de 300 pueblos. Un día,
en 2007, siempre en busca de nuevos objetivos para sacar una tachuela de
la caja, se plantó en Mollerusa, en Lleida. Allí, al poco de llegar,
descubrió que la competición estaba organizada por un grupo de amigos
para correr de espaldas. Se quedó sorprendida, pero no lo dudó. «Ya que
estaba...». Ahora tiene 43 años y ya es una consumada especialista en
esa extraña disciplina de trotar hacia atrás.
Sandra Corcuera llegó tarde al atletismo: hasta el año 2000, con 27 tacos, ni tan siquiera se había colgado un dorsal de la camiseta. Empezó de forma modesta, pero fue progresando hasta atreverse con la mítica distancia de los 42 kilómetros. Un año, incluso, llegó a subirse al podio del Campeonato de Cataluña de Maratón.
Hasta que llegó aquella extraña carrera en Mollerusa que se convirtió en un suplicio. «Daba una vuelta por el pueblo. Subir y luego bajar. Era de un kilómetro y medio, pero me llevó quince o veinte minutos. Iba andando, era incapaz de correr. Y aún así me costó un montón, parecía que iba borracha. No di una imagen muy buena».
Aquel martirio no la desanimó. Lo primero que hizo al llegar a casa fue zambullirse en internet para ver si había alguien más que corriera para atrás. «Me quedé de piedra al descubrir que en algunos países había federaciones nacionales y hasta atletas profesionales». Pero esa, quizá, no fue la clave. Descubrió algo más: que correr así tenía algunos beneficios para el cuerpo. Ella, cuando lo hacía de forma convencional, se lesionaba a menudo y encima notaba que no progresaba como quería. Estaba estancada. «Ahora, en cambio, no me lesiono nunca».
Unos años después de su bautismo en eso que ahora, en este mundo de anglicismos, se ha pasado a denominar retrorunning, averiguó que en 2007 se celebraba un campeonato del mundo muy cerca de casa. Lleida volvía a cruzarse en el camino. «Por aquel entonces calentaba corriendo diez minutos hacia adelante y diez para atrás, pero cuando me enteré de aquel Mundial, me dije: ‘Tengo que ir’». Durante un año se fue adaptando, ampliando el kilometraje, incorporando las series cortas, experimentando, pues no existía método alguno para esa manera de galopar contra natura.
La gente del pueblo, al principio, la miraba un poco raro. De la noche a la mañana habían descubierto a una vecina que avanzaba como un cangrejo por los caminos de alrededor. La mayoría no decía nada, pero las miradas, sobre todo de los más mayores, se clavaban como las chinchetas de su mapa. Jamás le importó y Sandra se propuso llegar más preparada todavía al siguiente Mundial, en 2014, en el italiano Valle de Aosta.
Este verano disputará su tercer Mundial en Essen (Alemania). Ya tiene cuatro títulos y sus retos van creciendo. Lo más difícil no es mejorar la técnica, sino perderle el miedo a correr sin ver dónde pisas ni hacia dónde vas. Los ritmos crecen en cuanto se supera el temor a tropezar. Aún así siempre presume de no haberse caído en una carrera. Sola una vez, vaya chasco, en un programa de TV3. En el Mundial quiere correr un medio maratón para luego dar el gran salto a los 42 kilómetros. Primero pensó en la carrera de Barcelona, pero últimamente parece decidida a hacer la proeza en una pista. Una locura para cabezotas: ¡105 vueltas! Quiere bajar de las cuatro horas y 50 minutos y acercarse al récord del mundo.
El mapa con chinchetas de Cataluña lo tiene abandonado. Es muy difícil correr hacia atrás con el tráfico de atletas que hay en una carrera, pero a cambio ha retomado otras colecciones, como la de chapas de cerveza. Ya lleva más de 6.000 diferentes. Pero no es la más sorprendente. Nada supera su colección de cuadros clásicos hechos en punto de cruz. ‘La dama y el armiño’, de Leonardo da Vinci, le ha salido bordado...
Sandra Corcuera llegó tarde al atletismo: hasta el año 2000, con 27 tacos, ni tan siquiera se había colgado un dorsal de la camiseta. Empezó de forma modesta, pero fue progresando hasta atreverse con la mítica distancia de los 42 kilómetros. Un año, incluso, llegó a subirse al podio del Campeonato de Cataluña de Maratón.
Hasta que llegó aquella extraña carrera en Mollerusa que se convirtió en un suplicio. «Daba una vuelta por el pueblo. Subir y luego bajar. Era de un kilómetro y medio, pero me llevó quince o veinte minutos. Iba andando, era incapaz de correr. Y aún así me costó un montón, parecía que iba borracha. No di una imagen muy buena».
Aquel martirio no la desanimó. Lo primero que hizo al llegar a casa fue zambullirse en internet para ver si había alguien más que corriera para atrás. «Me quedé de piedra al descubrir que en algunos países había federaciones nacionales y hasta atletas profesionales». Pero esa, quizá, no fue la clave. Descubrió algo más: que correr así tenía algunos beneficios para el cuerpo. Ella, cuando lo hacía de forma convencional, se lesionaba a menudo y encima notaba que no progresaba como quería. Estaba estancada. «Ahora, en cambio, no me lesiono nunca».
Unos años después de su bautismo en eso que ahora, en este mundo de anglicismos, se ha pasado a denominar retrorunning, averiguó que en 2007 se celebraba un campeonato del mundo muy cerca de casa. Lleida volvía a cruzarse en el camino. «Por aquel entonces calentaba corriendo diez minutos hacia adelante y diez para atrás, pero cuando me enteré de aquel Mundial, me dije: ‘Tengo que ir’». Durante un año se fue adaptando, ampliando el kilometraje, incorporando las series cortas, experimentando, pues no existía método alguno para esa manera de galopar contra natura.
La gente del pueblo, al principio, la miraba un poco raro. De la noche a la mañana habían descubierto a una vecina que avanzaba como un cangrejo por los caminos de alrededor. La mayoría no decía nada, pero las miradas, sobre todo de los más mayores, se clavaban como las chinchetas de su mapa. Jamás le importó y Sandra se propuso llegar más preparada todavía al siguiente Mundial, en 2014, en el italiano Valle de Aosta.
Punto de cruz
El problema esta vez era financiarse el viaje. La corredora no
trabaja, su marido es funcionario y el dinero no sobra en casa. Pero se
metió en el garaje y comenzó a vender
los trastos viejos. La trilogía de ‘El señor de los anillos’, muñecos
antiguos, fascículos... «Hubo un mexicano que me pagó una pasta por
esto». Y también libros, juegos de mesa, antiguallas. Poquito a poquito
logró reunir el presupuesto mínimo para competir en Italia, un país con
mucha más tradición en este atletismo a la inversa, lo que equivalía a
rivales más complicadas. El año pasado apareció desnuda en la portada de
‘Interviú’ para denunciar la falta de ayudas al retrorunning.Este verano disputará su tercer Mundial en Essen (Alemania). Ya tiene cuatro títulos y sus retos van creciendo. Lo más difícil no es mejorar la técnica, sino perderle el miedo a correr sin ver dónde pisas ni hacia dónde vas. Los ritmos crecen en cuanto se supera el temor a tropezar. Aún así siempre presume de no haberse caído en una carrera. Sola una vez, vaya chasco, en un programa de TV3. En el Mundial quiere correr un medio maratón para luego dar el gran salto a los 42 kilómetros. Primero pensó en la carrera de Barcelona, pero últimamente parece decidida a hacer la proeza en una pista. Una locura para cabezotas: ¡105 vueltas! Quiere bajar de las cuatro horas y 50 minutos y acercarse al récord del mundo.
El mapa con chinchetas de Cataluña lo tiene abandonado. Es muy difícil correr hacia atrás con el tráfico de atletas que hay en una carrera, pero a cambio ha retomado otras colecciones, como la de chapas de cerveza. Ya lleva más de 6.000 diferentes. Pero no es la más sorprendente. Nada supera su colección de cuadros clásicos hechos en punto de cruz. ‘La dama y el armiño’, de Leonardo da Vinci, le ha salido bordado...
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