Un grupo de unos 40 docentes voluntarios da clase en prisión Ayer fueron homenajeados por su labor
Jorge Quesada pasó las dos últimas décadas de su vida laboral
como profesor en uno de los centros más difíciles de Granada. La
Asociación Tomás de Villanueva recogía a los alumnos más conflictivos de
la capital, aquellos que venían 'rebotados' de otros centros. "Aquello
era trabajo de verdad. Teníamos que ir a ver a las familias, veíamos qué
problemas tenían... teníamos sólo ocho o nueve niños por clase",
recuerda ahora, poco después de haber sido homenajeado por su labor como
voluntario en el Centro de Inserción Social (CIS) Matilde Cantos. Sus
alumnos ahora son reos, condenados, presos. "Y dan muchas
satisfacciones".
Quesada, junto con otros 40 docentes voluntarios, recibieron ayer la gratitud de la Administración por su labor desinteresada en las aulas con rejas del CIS y la prisión provincial de Albolote. "Cuando vas a dar clase allí, y se abre una reja, se cierra otra detrás, se abre otra reja, se cierra la de atrás... impresiona", señala Quesada. Él se encarga de talleres de manualidades. "Les encanta" hacer pulseras, trabajar en marquetería, cerámica, ocupar las horas infinitas de la condena en estas tareas. La dinámica de las clases se adapta a las necesidades de los reclusos. Así, José Luis Rueda y Juan Franco Quirós dejaron de lado el Inglés y la Geografía para impartir educación vial, una demanda acuciante debido a la cantidad de reclusos que conducen pese a no tener carné. Otros dan clases de alfabetización. Y otros, de español para extranjeros... "En este centro hay más catedráticos que en el mejor instituto de Granada", sentencia el docente del CIS Víctor Vázquez, en relación con el nivel de los enseñantes. Jubilados que han querido seguir vinculados con la enseñanza y lo hacen a través de la Asociación de Voluntarios de Prisiones.
No sólo mantienen ocupadas las manos. En los dos clubes de lectura del penal de Albolote se ocupan de lecturas poco accesibles, difíciles. "Leemos mucha poesía", explica la voluntaria de Entre Libros Andrea Villarrubia. Una poesía, una lectura de apenas cuatro minutos, permite "hablar". "Se lee y a partir de ahí se dialoga. Salen sueños, sus recuerdos...", explica la docente. No sólo leen versos. También hay lecturas de obras de teatro, nada complacientes, como Otelo, de William Shakespeare, o La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca. Dos obras que giran en torno a muertes violentas.
"Llevamos lo mejor, aquellos textos que propicien la reflexión", añade Villarrubia. Y lo complicado de la lectura no parece arredrar a los presos. La lectura de un poema de la premio Nobel Wislawa Szyborska desembocó en una conversación que una presa culminó con una frase que, según la profesora, le ha marcado. "Dijo, literalmente, "A mí me quita mucha cárcel".
Todos los voluntarios reunidos ayer en la Delegación de Educación coincidieron en sentirse "afortunados" y "agradecidos" por poder dar clase a los reclusos, una labor que Andrea Villarrubia reconoció que "no es tan fácil". "Los adolescentes tienen un futuro por delante. Los que están en prisión tienen más pasado que futuro", arguyó la profesora en su intervención antes de la entrega de diplomas.
"Muchos son gente que no han tenido oportunidades", añade Quesada, que imparte clase a aquellos que están a las puertas de la libertad, quienes cumplen condena en el Centro de Inserción Social y, por tanto, gozan de unas condiciones que están vedadas a los reclusos de Albolote.
Quizá por ello el ambiente del CIS Matilde Cantos sea muy similar al de un instituto. Así lo ve María Victoria González, profesora jubilada de Lengua y Literatura en el IES Aricel de Albolote, centro del que llegó a ser directora. "Recibo muchísimo de esta gente. Nos dan las gracias por normalizar sus vidas y olvidar que están en prisión". Esta docente asegura que "cuando subo las escaleras -del CIS Matilde Cantos- me parece que estoy en el instituto. No da la sensación de ser una prisión, parece un centro educativo". Doce de sus alumnos se presentaron a la última convocatoria para sacar el título de Secundaria. Los doce lo han conseguido.
Quesada, junto con otros 40 docentes voluntarios, recibieron ayer la gratitud de la Administración por su labor desinteresada en las aulas con rejas del CIS y la prisión provincial de Albolote. "Cuando vas a dar clase allí, y se abre una reja, se cierra otra detrás, se abre otra reja, se cierra la de atrás... impresiona", señala Quesada. Él se encarga de talleres de manualidades. "Les encanta" hacer pulseras, trabajar en marquetería, cerámica, ocupar las horas infinitas de la condena en estas tareas. La dinámica de las clases se adapta a las necesidades de los reclusos. Así, José Luis Rueda y Juan Franco Quirós dejaron de lado el Inglés y la Geografía para impartir educación vial, una demanda acuciante debido a la cantidad de reclusos que conducen pese a no tener carné. Otros dan clases de alfabetización. Y otros, de español para extranjeros... "En este centro hay más catedráticos que en el mejor instituto de Granada", sentencia el docente del CIS Víctor Vázquez, en relación con el nivel de los enseñantes. Jubilados que han querido seguir vinculados con la enseñanza y lo hacen a través de la Asociación de Voluntarios de Prisiones.
No sólo mantienen ocupadas las manos. En los dos clubes de lectura del penal de Albolote se ocupan de lecturas poco accesibles, difíciles. "Leemos mucha poesía", explica la voluntaria de Entre Libros Andrea Villarrubia. Una poesía, una lectura de apenas cuatro minutos, permite "hablar". "Se lee y a partir de ahí se dialoga. Salen sueños, sus recuerdos...", explica la docente. No sólo leen versos. También hay lecturas de obras de teatro, nada complacientes, como Otelo, de William Shakespeare, o La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca. Dos obras que giran en torno a muertes violentas.
"Llevamos lo mejor, aquellos textos que propicien la reflexión", añade Villarrubia. Y lo complicado de la lectura no parece arredrar a los presos. La lectura de un poema de la premio Nobel Wislawa Szyborska desembocó en una conversación que una presa culminó con una frase que, según la profesora, le ha marcado. "Dijo, literalmente, "A mí me quita mucha cárcel".
Todos los voluntarios reunidos ayer en la Delegación de Educación coincidieron en sentirse "afortunados" y "agradecidos" por poder dar clase a los reclusos, una labor que Andrea Villarrubia reconoció que "no es tan fácil". "Los adolescentes tienen un futuro por delante. Los que están en prisión tienen más pasado que futuro", arguyó la profesora en su intervención antes de la entrega de diplomas.
"Muchos son gente que no han tenido oportunidades", añade Quesada, que imparte clase a aquellos que están a las puertas de la libertad, quienes cumplen condena en el Centro de Inserción Social y, por tanto, gozan de unas condiciones que están vedadas a los reclusos de Albolote.
Quizá por ello el ambiente del CIS Matilde Cantos sea muy similar al de un instituto. Así lo ve María Victoria González, profesora jubilada de Lengua y Literatura en el IES Aricel de Albolote, centro del que llegó a ser directora. "Recibo muchísimo de esta gente. Nos dan las gracias por normalizar sus vidas y olvidar que están en prisión". Esta docente asegura que "cuando subo las escaleras -del CIS Matilde Cantos- me parece que estoy en el instituto. No da la sensación de ser una prisión, parece un centro educativo". Doce de sus alumnos se presentaron a la última convocatoria para sacar el título de Secundaria. Los doce lo han conseguido.
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