El trasiego constante de profesores, niños y padres que acudían a hablar con el tutor marca el último día del curso Tras las celebraciones, algunos centros dan las notas mañana
El verano ha entrado en los colegios un día después del astronómico. Ayer fue la última jornada del curso 2015/16, que fue despedido con un montón de fiestas y los ya tradicionales actos de graduación.
Cerca de 6.000 chavales pasarán en el próximo curso de Primaria a la Educación Secundaria. Lo que podría ser un mero trámite burocrático no deja de presentar connotaciones especiales para los niños que tienen, como su desafío más visible, el paso del colegio al instituto con el miedo escénico que puede suponer.
Los actos de graduación se sucedieron en la tarde de ayer en la inmensa mayoría de los centros de Primaria. Denostados desde distintos ámbitos por su origen norteamericano, este tipo de ceremonias se ha ido imponiendo, quizá por la importancia que tiene que los niños puedan visualizar el fin de una etapa en su formación y el paso a otra superior.
Tomando como ejemplo dos colegios de la capital, en el Tartessos, situado en Isla Chica, se graduaron en la tarde de ayer 43 niños que pasarán mayoritariamente al IES San Sebastián, su instituto de referencia. El centro, que no hace mucho cumplió su 50º aniversario, recibirá tres grupos de Infantil, un total de 75 niños a los que hay que añadir una decena que procederá de otros colegios.
En el Manuel Siurot fueron 78 los niños que protagonizaron la ceremonia y que dejarán el colegio para ir sobre todo al Rábida. El acto de graduación no es baladí. Representa el punto final de nueve años en los que los chavales han tenido su primer contacto con la docencia y, en la perspectiva de sus cortas vidas, supone que en esos colegios han vivido la mayor parte de ellas. Esa es la razón por la que no es tan extraño que las lágrimas fluyan con bastante frecuencia en las últimas horas que pasan en su colegio de toda la vida. Como era de esperar, ayer ya no hubo clase. En el Tartessos, por ejemplo, la jornada matutina incluyó una convivencia con la familia -desayuno con churros incluido- y un encuentro de los familiares con los tutores y los niños. Esto segundo fue lo más habitual ayer. Las notas se dejan para mañana, que es el día que hay que recogerlas. No habrá tareas para trabajar estos meses pero sí algunas recomendaciones, dependiendo de cómo el chaval se ha desenvuelto durante el curso.
En el Manuel Siurot, el encuentro con los tutores se compaginó con una fiesta de globos con agua en el patio del centro.
La algarabía y las idas y venidas de padres, profesores y chavales eran la imagen más frecuente en una jornada loca en la que los niños afrontan su etapa vacacional más larga del año que se extenderá durante dos meses y medio.
Pero el gran desafío es el que vivirán los 6.000 chavales que pasarán a los institutos. Lo que hace unos años se entendía que era un paso prematuro, la realidad parece haber absorbido esos temores. La idea de que un niño de 12 años llega amedrentado al instituto está superada, como confirmaron profesores de La Orden y La Marisma. En ambos casos ratifican que "los niños que van a hacer 1º de ESO vienen totalmente desenvueltos".
La situación es muy diferente a la de años atrás, cuando "había padres que incluso de vez en cuando preguntaban cómo se iban adaptando los niños al ambiente de un instituto". Desde La Marisma se advierte de que hay que tener cautela con niños que llegan con una situación difícil desde el punto de vista académico y que puede ser ya el germen de un nunca deseado fracaso escolar, que llega hasta el 30% en la comunidad autónoma. Ese perfil, según comentaron las fuentes, no tiene por qué corresponder a un niño que viene de un trasfondo familiar desestructurado, sino a la de una situación en la que los padres no tienen manera de hacerse con el chaval. Este curso también ha sido el de la reválida que había levantado muchas suspicacias y temores, ya que se consideraba una prueba selectiva entre los chavales de sexto de Primaria. Finalmente se ha quedado en un trámite burocrático más que deben cubrir los docentes.
La normativa que la Consejería de Educación publicó este mismo mes en el BOJA, y que transmitió a todos los colegios onubenses, no contemplaba ninguna prueba complementaria.
Dadas las circunstancias y el trabajo que los docentes realizan habitualmente con estos alumnos, parece coherente, según fuentes docentes de Primaria, la interpretación y aplicación que ha realizado la Junta sobre la prueba exigida desde el Gobierno central a través de la Lomce.
El ambiente de este último día de clase fue muy distinto en los institutos. El paso de la niñez a la adolescencia se plasma mucho en los comportamientos, de modo que el jolgorio de los colegios y la presencia de familiares se apacigua mucho cuando se va a los recintos de los institutos. La jornada de ayer fue mucho más pausada que en los colegios.
Cerca de 6.000 chavales pasarán en el próximo curso de Primaria a la Educación Secundaria. Lo que podría ser un mero trámite burocrático no deja de presentar connotaciones especiales para los niños que tienen, como su desafío más visible, el paso del colegio al instituto con el miedo escénico que puede suponer.
Los actos de graduación se sucedieron en la tarde de ayer en la inmensa mayoría de los centros de Primaria. Denostados desde distintos ámbitos por su origen norteamericano, este tipo de ceremonias se ha ido imponiendo, quizá por la importancia que tiene que los niños puedan visualizar el fin de una etapa en su formación y el paso a otra superior.
Tomando como ejemplo dos colegios de la capital, en el Tartessos, situado en Isla Chica, se graduaron en la tarde de ayer 43 niños que pasarán mayoritariamente al IES San Sebastián, su instituto de referencia. El centro, que no hace mucho cumplió su 50º aniversario, recibirá tres grupos de Infantil, un total de 75 niños a los que hay que añadir una decena que procederá de otros colegios.
En el Manuel Siurot fueron 78 los niños que protagonizaron la ceremonia y que dejarán el colegio para ir sobre todo al Rábida. El acto de graduación no es baladí. Representa el punto final de nueve años en los que los chavales han tenido su primer contacto con la docencia y, en la perspectiva de sus cortas vidas, supone que en esos colegios han vivido la mayor parte de ellas. Esa es la razón por la que no es tan extraño que las lágrimas fluyan con bastante frecuencia en las últimas horas que pasan en su colegio de toda la vida. Como era de esperar, ayer ya no hubo clase. En el Tartessos, por ejemplo, la jornada matutina incluyó una convivencia con la familia -desayuno con churros incluido- y un encuentro de los familiares con los tutores y los niños. Esto segundo fue lo más habitual ayer. Las notas se dejan para mañana, que es el día que hay que recogerlas. No habrá tareas para trabajar estos meses pero sí algunas recomendaciones, dependiendo de cómo el chaval se ha desenvuelto durante el curso.
En el Manuel Siurot, el encuentro con los tutores se compaginó con una fiesta de globos con agua en el patio del centro.
La algarabía y las idas y venidas de padres, profesores y chavales eran la imagen más frecuente en una jornada loca en la que los niños afrontan su etapa vacacional más larga del año que se extenderá durante dos meses y medio.
Pero el gran desafío es el que vivirán los 6.000 chavales que pasarán a los institutos. Lo que hace unos años se entendía que era un paso prematuro, la realidad parece haber absorbido esos temores. La idea de que un niño de 12 años llega amedrentado al instituto está superada, como confirmaron profesores de La Orden y La Marisma. En ambos casos ratifican que "los niños que van a hacer 1º de ESO vienen totalmente desenvueltos".
La situación es muy diferente a la de años atrás, cuando "había padres que incluso de vez en cuando preguntaban cómo se iban adaptando los niños al ambiente de un instituto". Desde La Marisma se advierte de que hay que tener cautela con niños que llegan con una situación difícil desde el punto de vista académico y que puede ser ya el germen de un nunca deseado fracaso escolar, que llega hasta el 30% en la comunidad autónoma. Ese perfil, según comentaron las fuentes, no tiene por qué corresponder a un niño que viene de un trasfondo familiar desestructurado, sino a la de una situación en la que los padres no tienen manera de hacerse con el chaval. Este curso también ha sido el de la reválida que había levantado muchas suspicacias y temores, ya que se consideraba una prueba selectiva entre los chavales de sexto de Primaria. Finalmente se ha quedado en un trámite burocrático más que deben cubrir los docentes.
La normativa que la Consejería de Educación publicó este mismo mes en el BOJA, y que transmitió a todos los colegios onubenses, no contemplaba ninguna prueba complementaria.
Dadas las circunstancias y el trabajo que los docentes realizan habitualmente con estos alumnos, parece coherente, según fuentes docentes de Primaria, la interpretación y aplicación que ha realizado la Junta sobre la prueba exigida desde el Gobierno central a través de la Lomce.
El ambiente de este último día de clase fue muy distinto en los institutos. El paso de la niñez a la adolescencia se plasma mucho en los comportamientos, de modo que el jolgorio de los colegios y la presencia de familiares se apacigua mucho cuando se va a los recintos de los institutos. La jornada de ayer fue mucho más pausada que en los colegios.
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