"LA CONCILACIÓN ES UN UNA ASIGNATURA PENDIENTE" "LA CONCILACIÓN ES AÚN UNA ASIGNATURA PENDIENTE" MALAGA HOY
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La cirujana del Clínico cree que ha habido avances para
compatibilizar trabajo y vida familiar, pero que todavía hay que mejorar
Vital,
optimista, sincera. Así es Concepción Soler, la primera cirujana
general de la provincia de Málaga. Responsable de la Unidad de Mama del
Hospital Clínico, en los últimas dos décadas ha operado a más de 3.000
mujeres de cáncer mamario. Su padre le contagió el amor por la Medicina.
Siendo una niña, se metía en la consulta de practicante que él tenía en
el barrio de La Victoria. Allí descubrió su pasión por curar y por
ayudar a los demás desde un quirófano sin olvidarse del apoyo emocional
que necesita todo paciente.
-Se jubila en estos días ¿Cómo se siente?
-Lo llevo muy bien. Creo que he cumplido mi ciclo. Me
siento muy realizada después de 40 años de cirujana. Ahora necesito ser
libre. La sensación de libertad que te da no tener que levantarte todos
los días a las seis de la mañana, no tener un montón de
responsabilidades, no llevarte esa carga emocional de los pacientes.
Porque yo empatizo mucho con las pacientes y me llevo la pena. Es como
si la sangre te la sacaran. Necesito ya solo las penas que la vida me
mande a mí y a mi entorno.
-Es mujer y opera a mujeres de cáncer de mama, ¿se lleva esa carga emocional a casa?
-Sí, sí; mucho. Me la llevo con todo el mundo, pero
sobre todo con las niñas jóvenes. No sólo tienes que operarlas y
operarlas bien. Tienes que darle la noticia y darles esperanzas para que
afronten el camino que les queda por delante. Para transmitirle a una
persona esperanzas, energía, que entre llorando y salga riendo, eso
tiene mucho coste porque te llega. Si se derrumba mucho, tú casi te
derrumbas también porque es como si fuera tu hija. Porque le das una
noticia que va a cambiar su vida totalmente. Eso chupa energía.
-Usted ha tenido un cáncer de mama. ¿Eso le hace ser de otra manera?
-No, yo creo que no. Sí que lo utilizo cuando las veo
muy hundidas o cuando se rebelan y no se quieren operar. Entonces les
digo que yo estoy operada de cáncer de mama y se vienen arriba. Aunque
el caso sea malo, yo les transmito todas las esperanzas posibles porque
si tienen que afrontar una cirugía, a lo mejor perder la mama, les van a
dar quimioterapia y van a tener un año de cosas duras, si no lo
afrontan con esperanza, mal se afronta. Además, pienso que las energías
positivas ayudan a curar la enfermedad.
-¿Y usted como paciente cómo lo afrontó?
-Yo estaba de guardia cuando me lo diagnosticaron.
Pero lo afronté con tranquilidad. Yo pensé que, me curara o no, más
valía vivir ese tiempo feliz, que no hundida.
-Fue la primera cirujana general de Málaga. ¿Era un bicho raro en el quirófano?
-Sí, era un bicho raro. Yo venía de Madrid; allí
había cirujanas y me sentía bien tratada. Aquí empecé a trabajar en el
Hospital Civil, como becaria, en lo que ahora se llama MIR, ganado
14.000 pesetas.
-¿Le costó hacerse un hueco en un mundo de hombres?
-Si, sí cuesta. Llegué al quirófano y me miraron como
un bicho raro y un insigne cirujano me dijo que como mujer tendría
mucho éxito, pero que como cirujana me fuera olvidando. Esa fue su
bienvenida. Pero tuve suerte porque mi primer jefe fue Juan Pedro Luna
Ximénez de Enciso. No puedo quejarme porque me trató sin discriminación.
Pero a las mujeres no les daban la mismas oportunidades que a los
hombres. Había que pelearlo. Yo no me puedo quejar si me comparo con
otra chica que estaba en otro servicio y que lo dejó porque le hicieron
la vida imposible. Siguió como médica, pero no de cirujana. A mí no me
ha pasado, pero tampoco me han ayudado excesivamente. Lo que he
conseguido, lo he conseguido yo solita a base de tesón.
-¿Ahora eso a cambiado?
-Bueno, porque no tienen más remedio porque un alto porcentaje son mujeres.
-La Medicina se feminiza igual que el resto del
mercado laboral. Pero ese mundo laboral ¿está diseñado para conciliarlo
con la vida laboral?
-Para nada. Yo lo he pasado mal.
-¿Y tiene que cambiar eso?
-Lo veo muy difícil para nuestra profesión. No sé
cómo habría que hacerlo. Pero la vida que llevamos son todos los días de
8:00 a 15:00. Y si se complica una operación puedes acabar a las seis
de la tarde. Y luego las guardias... Yo hacía guardias de 24 horas cada
cinco o seis días. Lo mismo da que sea sábado, domingo, Navidad o
Nochebuena. Estaba separada con una hija y tenía que tener una mujer
interna. Lo he pasado mal porque mi niña, estando de guardia, tuvo una
neumonía. A veces me llamaba y me decía que estaba muy solita. Yo me la
he currado mucho a mi hija. Así he criado un ser humano maravilloso. La
conciliación es una asignatura pendiente.
-¿Hay que mejorar en eso?
-Pienso que sí. Las cosas han cambiado mucho. Ahora
las embarazadas se van con bajas maternales muy pronto y pueden estar
casi un año lactando. Yo estuve hasta 12 días antes de parir haciendo
guardias. Si me tenía que levantar a las tres de la mañana, a esa hora
iba con mi barriga dando tumbos por el hospital. Y tuve que quitarle la
teta con tres meses para incorporarme al trabajo. Las cosas han
mejorado.
-Ha sido recientemente el Día contra la Violencia de Género. ¿Qué se puede hacer para tratar de atajarla?
-Lo más importante es endurecer mucho las penas. Yo
no sería tan permisiva. Un señor que mata a una mujer porque 'era suya'
tiene que estar en la cárcel el máximo tiempo posible, sin nada a su
favor. Me pasa con eso como con los violadores. Yo lo he hablado con
amigos abogados y jueces y parece que diez años es mucho, pero a mí no
me parecen mucho. Creo que se sigue haciendo eso porque no se está
actuando con firmeza. Además, la sociedad se lo está tomando como algo
normal. Yo no sé si es que antes no había o que no nos enterábamos...
-¿La mujer tiene todo conquistado?
-No. No ha llegado a los altos cargos, a puestos de responsabilidad en empresas; en eso hay pocas todavía.
-Usted estudió en la Complutense porque entonces no había universidad en Málaga...
-No, en Málaga no existía universidad. A mi me
correspondía Granada, pero mi padre era practicante y no teníamos
medios. Nací en 1951 y aquellos años eran los de los coletazos de la
Guerra. Mi padre no podía costearme los estudios en Granada, entonces me
fui a vivir con unos familiares que teníamos en Madrid y allí estudie.
Mi padre era un practicante del barrio de La Victoria. De él me viene la
vocación. Yo era una chiquitilla, tendría nueve o diez años, me ponía
el baberito del colegio y me iba a él a ayudarle a curar. Aquello me
gustaba. Yo lo tenía clarísimo. Además, mi padre también me fomentó el
amor a la Medicina porque él iba para médico, pero se quedó en
practicante.
-¿Por qué?
-Pero era de la FUE -un sindicato estudiantil- y
cuando llegaron [los nacionales], como había pegado carteles, tuvo que
salir a Francia. El era muy jovencillo. Luego volvió voluntariamente
porque en los campos de concentración de Francia los trataban tan mal
que pidió regresar a España. Estuvo en el mismo campo en el que murió
Machado.
-Pero volvamos a usted...
-En
síntesis, que el amor a la profesión me viene de mi padre. Él quería que
yo fuera más que él, que consiguiera lo que él no consiguió. Gracias a
que él trabajaba por la mañana en la Renfe y después de practicante,
podíamos vivir dignamente. Éramos los privilegiados del barrio. Mis
mejores amigas eran las del corralón de enfrente, que las sigo
manteniendo. Yo era la privilegiada porque comíamos todos los días bien e
íbamos una vez en semana al cine. Pero mi padre no tenía para
mantenerme en un colegio mayor en Granada para que estudiara Medicina. Y
como mi padre tenía una prima en Madrid que me adoraba, me fui a vivir
con ella y por eso estudié allí. Mi padre le mandaba todos los meses
comida para compensar.
-Bueno, la ciudad ha avanzado porque ahora ya tiene su Universidad y su Facultad de Medicina.
-Se abrió a los dos años de que me fuera a Madrid.
-Ha operado a más de 3.000 pacientes de cáncer de
mama. También han avanzado los tratamientos, porque ahora la
supervivencia es mayor...
-La supervivencia ronda el 90 o el 95%. Han mejorado
los tratamientos porque ahora son más conservadores. Antes era mucho más
radical la cirugía. Y sobre todo han mejorado los tratamientos
posteriores, la quimioterapia. Los tratamientos están muy
personalizados, se estudian factores del tumor que antes no se
estudiaban; si responde a hormonas, si no responden. Y a la vista está
que muchas más mujeres sobreviven.
-Usted que ha pasado un cáncer de mama, ¿trabaja con una carga emocional mayor?
No. Yo cuando me meto en el quirófano todos mis
sentidos están ahí. Me aíslo del mundo, se me olvida todo. Estoy en lo
que estoy. No, ahí no se puede poner carga emocional. Lo que hay es que
hacerlo muy bien. Soy muy exigente.
-Usted que lo ha pasado ¿es difícil superar los miedos al cáncer?
-A mí no me costó. Pensé 'si me voy a morir, el
tiempo que me quede no voy a vivir amargada'. Además, yo creí que me iba
a curar. Mi tumor era pequeñito, que es más fácil curarte que cuando es
un tumor grande. Yo lo asumí con optimismo. Eché a un lado las
tristezas y las penas. A los tres días de operarme me fui a un congreso
con los drenajes puestos. No me dejé abatir nunca. Pero eso es carácter
porque yo soy positiva y le busco el lado bueno a las cosas. Y si hay
que luchar, se lucha; pero sin amargarte. Si me hubieran tenido que dar
quimioterapia no me hubiera gustado, pero hubiera pensado que esa
quimio te va a salvar la vida y luego vas a renacer. Eso es lo que yo
trato de transmitir a mis pacientes.
-Pasando a otro ámbito, se abre el Museo de la Aduana...
-Ah, sí, que bonito. Bueno y una de las cosas que más
ilusión de hace es el hotel en el Palacio del Miramar. Mi padre trabajó
en el Palacio de la Tinta, como oficinista. Y yo iba de chiquitilla por
allí. Para mí, aquello era un sueño porque mis padres iban allí al
baile de la prensa. Yo si hubiera tenido algún poder en Málaga hubiera
peleado para que aquello, desde un primer momento el Miramar fuera un
hotel. Cuando lo hicieron Palacio de Justicia me sentó muy mal. Era
hotel y se lo cargaron para poner allí los tribunales. A mí me han
contado que había frescos en el techo que se pintaron. Hay que ser bruto
para pintar un fresco... Ahora se va a abrir y me hace ilusión porque
además mi hija se va a casar allí. Para mí era un emblema de Málaga.
-Tras jubilarse se va a Ghana en un proyecto solidario, a operar, ¿no?
-Yo no he ido hasta ahora porque no soy capaz de no
tener un mes de vacaciones. Los compañeros que lo han estado haciendo
tienen un meritazo porque lo hacen a costa del mes de vacaciones. Pero
como ahora estaré jubilada y me enterado que le hace falta alguien para
operar mamas, me voy. Además me voy con mi hija. Mi hija hará lo que
pueda como odontóloga y yo para mama. Aquello por lo que me han dicho va
a ser muy duro porque no hay diagnóstico. A ojo tengo que ver decidir
mama fuera. Ahí no hay radioterapia, ni quimioterapia. Me van a traer a
las mujeres del poblado para operarlas. Nos vamos una quincena de
agosto. Serán quince días operando y viendo pacientes. Yo ya no estaré
lo agotada que estoy ahora y podré afrontarlo. Ahora que voy a ser
libre, perfecto; mientras me dure la energía...
La primera cirujana general de Málaga
Cuando los quirófanos eran un territorio de hombres,
ella se convirtió en la primera cirujana general de Málaga. Un compañero
misógino le predijo que no tendría futuro, pero se equivocó. No sólo se
hizo un hueco en la profesión y participó en el equipo que abrió el
Clínico, sino que además es una de las más prestigiosas cirujanas de
mama de la provincia. Es la coordinadora de esta unidad en su hospital y
en los últimos 20 años ha operado a unas 3.000 mujeres de cáncer de
mama. Paradojas del destino, ha sufrido la patología en sus carnes, así
que sabe de qué habla cuando tiene enfrente a una paciente. No obstante,
es un aspecto de su vida que sólo utiliza como último recurso con
aquellas enfermas que quieren tirar la toalla, para que vean un ejemplo
de supervivencia.
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