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Cine, cine, cine...
Los años 30 y 40 del pasado siglo han sido considerados por muchos historiadores del cine como los de la «Era Dorada de Hollywood». En ella la industria cinematográfica no dudó en aplicar criterios de eficacia empresarial, económica y laboral en todos los procesos de producción, distribución y exhibición de películas.
Proliferaron los estudios y las salas de proyección se convirtieron en un lucrativo negocio. A lo largo de la década de 1930, en Estados Unidos, algunas salas llegaron a cobijar hasta 10.000 espectadores. Pero eso ya es historia pasada.
La irrupción de la televisión restó público a los cines y la llegada de las plataformas con sus series también. El Covid ha sido la puntilla. El mundo de la cultura, del teatro y el cine está gravemente herido. La conversión de salas de exhibición en supermercados, gimnasios y otras hierbas produce tristeza.
"La conversión de salas de exhibición en supermercados, gimnasios y otras hierbas produce tristeza"
¿Estamos dispuestos a aislarnos en casa y renunciar al placer de acudir a un espectáculo? Quizás ha llegado el momento de lanzar un SOS a las Administraciones para que articulen medidas urgentes de protección destinadas a cines y teatros. No podemos permitir que nuestras ciudades y pueblos se conviertan en un erial cultural que reduzca el tiempo de ocio al consumo gastronómico y a la compra compulsiva.
El concierto de Love of Lesbian ha sido un buen ejemplo anti resignación. Así las cosas apetece tararear aquella canción de Aute que decía: «Cine, cine, cine. Más cine por favor... Y los sueños cine son».
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